lunes, 17 de octubre de 2011

Camino a San Jerónimo

Fue una experiencia inolvidable tanto para alumnos de Tercer Año D de dónde surgió el proyecto como para profesores que acompañamos esta cruzada solidaria.

Gracias a la Profe Sandra Vidal, Mariana Alfonso, Ángela Suárez, David Leal y Ricardo Callejas por acompañarnos.
Saludo a todos Profe Elizabeth guía y coordinadora del proyecto.


Aquí dejo las fotos y pequeños videos del viaje.

































domingo, 16 de octubre de 2011

Cruzada solidaria

En épocas de crisis donde el orden social está gravemente amenazado, surgen sensaciones y sentimientos que van acompañados de grandes preocupaciones relacionadas con la pérdida de los valores, sobre todo en los adolescentes.
En este contexto se satisfacen inmediatamente necesidades pocas básicas donde las relaciones humanas están condicionadas por la agresión, la rivalidad, la falta de implicación con la vida y con el prójimo.
En esta época de globalización,  mientras se multiplican las innovaciones científicas y técnicas que contribuyen a mejorar la calidad de la vida de importantes sectores de la población mundial; al mismo tiempo, en otros sectores del mundo se agudizan problemas como la pobreza, el hambre, la mortalidad infantil, el desempleo y el deterioro ambiental; ampliándose así, considerablemente, las diferencia entre países ricos y países pobres.
Actualmente las actitudes humanas están condicionadas por un modelo social consumista que nos atraviesa, donde se le da más importancia por ejemplo a los medios de comunicación que el compartir más tiempo con la familia y  donde la autoridad se ha visto cuestionada, atacada y reducida, entre otros. A la vez, se puede afirmar que nunca ha existido una generación como la actual que, teniendo tantos medios de comunicación encuentra a sus contemporáneos tan incomunicados. Esto se evidencia observando a un joven que en la vida diaria de interacción con sus padres los siente tan distantes; o viceversa, cuando a los padres les parece que sus hijos son personas totalmente desconocidos para ellos.
De la misma manera, en el ámbito socio-comunitario, la sociedad prefiere el orden a la justicia, trata a los niños como si fueran dinero, a los pobres como si fueran basura, a los pequeños que no saben de otro juego que no sea la supervivencia, donde su casa es la calle; su maestro la injusticia, y su futuro es un negro callejón de incertidumbre que podría acabar con sus vidas en cualquier momento.
Actualmente la pobreza puede merecer lástima, pero ya no provoca indignación, se considera que hay pobres por las leyes de mercado o por la fatalidad del destino. Donde el sistema neoliberal imperante tiene a los pobres como ‘un mal necesario’ para disciplinar a la parte de la población con más riesgos que todavía tiene trabajo y puede consumir. De este modo los exhorta a que no protesten y sean más competitivos.
Es necesario que tratemos de desvelar en qué consiste esta competitividad que se nos impone y de ver las raíces de lo que está pasando, para empezar a tomar conciencia y para que salte la chispa que nos haga luchar por un mundo más justo y equitativo, donde el movimiento hacia la identificación y la proclamación de los derechos del hombre sea uno de los esfuerzos más relevantes para responder eficazmente a las exigencias imprescindibles de la dignidad humana. Inseparablemente unidos a esto están los deberes del hombre; la proclamación de los derechos del hombre se ve contradecida por una dolorosa realidad de violaciones, guerras y violencias de todo tipo, como por ejemplo los genocidios, las deportaciones en masa; la difusión de nuevas formas de esclavitud como el tráfico de seres humanos, los niños soldados, la explotación de los trabajadores, el tráfico de drogas, la prostitución, entre otras.
De lo antes dicho, la solidaridad se constituye en el medio que confiere particular relieve a la intrínseca sociabilidad de la persona humana, a la igualdad de todos en dignidad y derechos. No faltan indicios reveladores de una tendencia al aumento de las desigualdades, ya sea entre países avanzados y países en vía de desarrollo, la creciente riqueza económica va acompañada de un crecimiento de la pobreza relativa.
Finalmente, el crecimiento del bien común exige aprovechar las nuevas ocasiones de redistribución de la riqueza entre las diversas áreas del planeta a favor de los más necesitados, hasta ahora excluidos o marginados del progreso social y económico. En definitiva, el desafío consiste en asegurar una globalización en la solidaridad, sin dejar a nadie al margen.